Serguei Rachmaninov fue un niño de excelentes dotes para el piano, aunque en su juventud se sentía más inclinado a componer.
Estrena en 1897 sus dos primeras obras que fueron un fracaso absoluto con una crítica demoledora, tanto la sinfonía nº 1 como el primer concierto para piano y orquesta, en parte debido a que el director de orquesta que le acompañaba en el concierto (Aleksander Glazunov) estaba completamente alcoholizado.
El hecho de dirigir una orquesta completamente ebrio con una ejecución muy deficiente, impactó en un Rachmaninov tan joven como obsesivo con el perfeccionismo, y le sumió en una fuerte crisis de ansiedad, que finalmente derivó en una depresión.
La depresión fue agudizándose progresivamente durante los siguientes 4 años, donde también afronta el fallecimiento de su profesor y mentor Nikolai Zverev que actuaba como figura paterna y le aconsejaba orientarse hacia la dirección de orquesta en lugar de a la composición, lo que le sume en una inactividad absoluta donde no lograba la menor inspiración, por lo que a esta situación se suma una precaria situación económica, que le hace aceptar los consejos de su mentor, dirigiendo sus pasos hacia la dirección orquestal, y logrando que le contraten como director de la compañía de ópera de Moscú.
Cómo llega Rachmaninov a la hipnosis
Sus extraordinarias dotes musicales hacen que destaque inmediatamente como director de orquesta, y repare su situación económica, pero estaba apático y padecía una fuerte distimia que le dejaba sin ánimo alguno para componer. Esta situación hace que acuda a uno de los psiquiatras más famosos y destacados de la época, el Dr. Nikolai Dahl, pionero de la hipnosis en Rusia y alumno de Charcot, quien decide someterle a esta terapia con hipnosis, consiguiendo un rápido restablecimiento en su trastorno del humor y la creatividad.
El propio Rachmaninov escribe: «día tras día escuchaba repetida la misma terapia hipnótica, mientras yacía dormido en el diván del Dr. Dahl … va a empezar a componer un nuevo concierto creado por usted mismo. Usted va a trabajar con mayor facilidad cada día y la composición será excelente«.
«Era siempre lo mismo, sin interrupción. Aunque pueda parecer imposible de creer, esta hipnosis realmente me ayudó. Empecé a componer a comienzos del verano. El material que compuse creció en volumen, y las nuevas ideas musicales comenzaron a brotar dentro de mí, mucho más de lo que necesitaba para el concierto …. Sentí que el tratamiento de hipnosis con el Dr. Dahl había fortalecido mi sistema nervioso en un grado casi milagroso«. Rachmaninov también consigue superar gracias a la hipnosis un agrio rencor que muchos califican de traumático y que sentía hacia su padre, a quien consideraba un mentiroso patológico y un jugador compulsivo, que marcó su niñez.
Rachmaninov consigue triunfar gracias a la hipnosis
En efecto, gracias a la hipnosis Rachmaninov se pone a componer el que será uno de sus más conocidos conciertos para piano y orquesta, el nº 2, que estrena en 1901 y que de forma agradecida dedica a su médico. El éxito de esta obra consiguió que Rachmaninov siga componiendo y actuando tanto como pianista como director de orquesta.
En 1917 triunfa en su país la revolución soviética, y decide exiliarse a norteamérica donde desarrolla una triunfal carrera como concertista, sin llegar nunca a abandonar la composición. Rachmaninov logra una gran admiración artística en los Estados Unidos, con una más que distinguida posición económica, sin embargo, sufría un fuerte desarraigo, de hecho, nunca llegó a hablar bien inglés. Su acento ruso era muy marcado, y su entorno social se limitaba exclusivamente a compatriotas suyos.
El legado de Rachmaninov
La ansiedad había dejado una fuerte huella en la conducta de Rachmaninov. Su comportamiento era claramente obsesivo, donde la disciplina y el perfecccionismo eran prioritarios. De hecho, nunca concedió el permiso para que sus conciertos fueran transmitidos por radio, puesto que decía que el sonido de la radio carecía de la calidad necesaria, y a regañadientes accedió a grabar algunos discos, pero muy pocos, porque estaba obsesionado con que «no sonaban bien«.
De todo ello se puede deducir fácilmente que Rachmaninov fue tratado con éxito de su ansiedad que derivó en una depresión reactiva, pero sin embargó, jamás se trató de su trastorno obsesivo compulsivo, con el que convivió hasta su muerte, afortunadamente con consecuencias menores, si no se tiene en cuenta que de difundirse radiofónica y discográficamente sus conciertos, habría logrado un éxito aún mayor (si es que esto es posible).
Preguntas frecuentes sobre Rachmaninov
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