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¿Qué es la ansiedad?

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La ansiedad es un mecanismo cerebral defensivo y adaptativo con capacidad de anticipación y respuesta, esto es, un sistema de alerta ante situaciones que se perciben como amenazantes y que regula nuestra reacción ante ellas.

La función de la ansiedad es protectora, es decir, activar nuestro organismo para alertarlo y así poder reaccionar de una forma rápida y eficiente ante cualquier riesgo o amenaza para nuestra integridad física, minimizando sus posibles consecuencias.

Las reacciones que puede inducir el mecanismo de la ansiedad tras evaluar la amenaza, van desde huir, atacar, afrontar o adaptarse, según la naturaleza del riesgo o del peligro que detecta nuestra percepción.

¿Cómo funciona la ansiedad?

Desafortunadamente el mecanismo de la ansiedad no ha podido evolucionar convenientemente ante la exposición a los estresores modernos, básicamente debido a que uno de los sistemas que la precipitan es la percepción, que en los seres humanos es muy subjetiva.

Para entender este concepto claramente, imaginemos el sistema de «auto-completar» en la búsquedas de Google. La percepción humana funciona de forma muy parecida, completando lo que inicialmente percibe con objeto de ganar rapidez y eficiencia.

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En base a unos estímulos generalmente poco relevantes, debe «completar» la información percibida, y evaluar si ese estímulo supone o no una amenaza, y de que tipo de amenaza podría tratarse. Como es obvio, se equivoca con enorme frecuencia, debido a que debe especular con percepciones con frecuencia muy subjetivas.

Esta subjetividad precipita el mecanismo de la ansiedad cuando el estímulo estresor no supone en realidad ninguna amenaza real. A esto se le llama ansiedad patológica, y afecta a un promedio del 15 % de la población mundial, superando un determinado umbral de angustia, o manteniendo esta angustia por un episodio prolongado.

En este punto la ansiedad deja de considerarse adaptativa, para considerarse patológica, y supone la situación que indica el comienzo de los trastornos de la ansiedad, que comienzan a provocar una angustia excesiva, malestar significativo y generalmente una inhibición del rendimiento tanto intelectual como físico.

Algunas personas tienen más tolerancia a la ansiedad que otras, a esto se le denomina predisposición genética, pero en general cualquier persona puede desarrollar un trastorno de la ansiedad. Para delimitar un diagnóstico diferencial que distingue la ansiedad adaptativa de los trastornos de la ansiedad debe evaluarse la experiencia subjetiva del paciente en cuanto a los niveles de angustia se refiere, la interferencia que esta provoca en el día a día, y la persistencia de los síntomas de angustia.

Los factores precipitantes del riesgo para contraer algún tipo de trastorno de la ansiedad son variables. Por ejemplo, el trastorno de ansiedad generalizada y las fobias son más comunes en las mujeres, sin embargo, la fobia social y el trastorno obsesivo compulsivo o T.O.C. afecta casi por igual a hombres y mujeres. No obstante, los factores de riesgo más comunes para padecer un trastorno de la ansiedad son:

  • Algunos rasgos desadaptativos de la personalidad como la timidez o carácter poco social ante situaciones o personas nuevas.
  • Haber sufrido eventos traumáticos que precipitan estrés pos-traumático.
  • Antecedentes familiares con trastornos de la ansiedad u otros trastornos mentales (es el factor predisponente más relevante).
  • Algunas afecciones de salud física, como enfermedades crónicas, severas o degenerativas.
  • Consumo frecuente de sustancias estimuladoras como cafeína, teína o anfetamina.
  • Consumo frecuente de drogas como la cocaína, heroína, cannabis y grandes dosis de alcohol.
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Síntomas de la ansiedad

  • Sensación de angustia, agitación o tensión.
  • Sensación persistente de peligro, pánico o catástrofe.
  • Incremento del ritmo cardíaco.
  • Respiración acelerada (hiperventilación).
  • Sudoración (fría).
  • Temblores.
  • Alteraciones gastrointestinales o nauseas.
  • Sensación de debilidad o cansancio.
  • Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea una preocupación o asunto específico.
  • Problemas para conciliar el sueño o imsomnio.
  • Dificultad para controlar las preocupaciones.
  • Boca seca o pastosa.
  • Irritabilidad.
  • Ataques de pánico.
  • Mareo.
  • Sensación de sufrir un infarto de miocardio.
  • Opresión en el pecho.
  • Evitación de las situaciones que le generan ansiedad.
  • Sensación de irrealidad.

No es necesario experimentar la lista completa de los síntomas expuestos, sino que basta con 3 de ellos para delatar una ansiedad patológica o trastorno de la ansiedad. En caso de sufrir 3 de estos síntomas de forma leve, es decir, no causa un impacto severo sobre su conducta o percepción de bienestar, se trata de un episodio transitorio de ansiedad que padece más de 50% de la población, y que no precisa de ningún tratamiento.

Si se experimentan 3 o más de estos síntomas de forma persistente o intermitente, pero con episodios de claudicación de la percepción de bienestar o afectación ponderada de la conducta (o ambas), se entiende que padece un trastorno de ansiedad que precisa de intervención terapéutica. En caso de sufrirlos y no abordarlos mediante un tratamiento, debe entenderse que la sintomatología que se padece no inhibe, sino que por el contrario se intensifica progresivamente, pudiendo concomitar con un trastorno depresivo o del humor.

Formas naturales de afrontar la ansiedad

Antes de plantear un tratamiento farmacológico y psico-terapéutico para inhibir los síntomas de un trastorno de la ansiedad.

Naturalmente esto debe hacerse antes de que alcancen una intensidad severa o una intermitencia episódica frecuente, puede optar por una modificación de la conducta voluntaria mediante métodos naturales.

Esta opción proporciona buenos resultados que resuelven un amplio espectro de trastornos leves de la ansiedad, siempre que no se haya podido detectar una predisposición genética mediante antecedentes familiares, sino que el episodio ansioso responde a factores ambientales o de experiencia de vida que lo explican mejor.

  • Llevar una dieta saludable rica en vegetales, frutas, carnes de alta calidad, pescado, nueces y frutos secos pueden reducir algo el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad. Generalmente esto no suele ser suficiente.
  • Consumir suplementos naturales como el triptófano.
  • Dar preferencia a los probióticos y los alimentos fermentados que se asocian con una mejor salud mental.
  • Limitar al mínimo el consumo de cafeína.
  • Abstenerse de beber alcohol.
  • Dejar de fumar está asociado con un menor riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad y mejor salud mental.
  • Hacer ejercicio regular de 30 a 60 minutos al día en un gimnasio inhibe el riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad, pero no se ha podido corroborar si el ejercicio periódico ayuda a quienes ya lo padecen, aunque todo parece indicar que sí.
  • Practicar aquellas disciplinas que mejoran la concentración y facilitan la relajación como el yoga, mindfulness o hipnosis, con precaución de evitar la iatrogenia.
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Tratamientos para los trastornos de la ansiedad

Los tratamientos más eficientes para abordar los trastornos de la ansiedad severos, esto es aquellos cuya sintomatología recidiba de forma intermitente procurando una claudicación de la percepción de bienestar y/o un condicionamiento severo de la conducta son de 3 tipos. Los tratamientos farmacológicos, las psicoterapias, y las técnicas que incluyen procedimientos o protocolos de relajación.

Tratamientos farmacológicos

Para el tratamiento de los trastornos de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de fármacos. Los ansiolíticos, y los antidepresivos.

Los ansiolíticos son una farmacología que inhibe rápidamente los síntomas de ansiedad, lo cuál resulta muy útil en los cuadros severos que presentan frecuentes ataque de pánico y trastorno obsesivo. Sin embargo, los ansiolíticos son paliativos y no modifican la conducta en absoluto, por lo que, si se utilizan como tratamiento único o de elección, no suelen extinguir el trastorno a no ser que se prescriba como permanente. No obstante, son muy eficientes para inhibir sintomatologías severas en cuadros ansiosos intensos que provocan detrimento en la calidad de vida del paciente. Los ansiolíticos son muy adictivos, siendo su efecto secundario principal, y su administración no puede ser interrumpida de forma drástica.

Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas como el alprazolam, loracepam, diacepam, cloracepam … etc. Actúan inhibiendo los síntomas de ansiedad y los episodios de angustia en cuestión de minutos. No suelen utilizarse nunca como tratamiento principal, sino como coadyuvantes de una psicoterapia en los cuadros severos, de hecho, no resulta difícil encontrar personas con tratamiento farmacológico de larga duración (por ejemplo 10 años), sin que hayan podido resolver su trastorno de ansiedad y por tanto no pueden dejar de consumir estos fármacos.

Los antidepresivos más empleados hoy en día en el tratamiento de los trastornos de la ansiedad son los I.S.R.S. (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina). Constituyen el tratamiento de elección primaria, puesto que la mayoría de los estudios apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros también relevantes.

Tratamientos psicoterapéuticos

El tratamiento psicológico más eficiente conocido es la terapia cognitivo conductual, que se sustenta básicamente sobre 2 pilares. Por un lado, el abordamiento cognitivo que mejora la capacidad del paciente en la auto-observación y la auto-corrección de sus pensamientos y emociones denominado re-estructuración cognitiva.

De otro lado el abordamiento conductual o comportamental que expone al paciente a los estímulos temidos que le provocan la ansiedad, bajo una situación controlada, que se denomina desensibilización sistemática, hasta lograr una respuesta ansiosa nula al estímulo.

En la actualidad esta respuesta se corrobora midiendo los potenciales evocados mediante pulsioximetría clínica o similar, además de otras técnicas psicológicas que enseñan al paciente habilidades personales o sociales que le procuren un mejor afrontamiento de las situaciones ansiógenas.

Terapias que incluyen relajación en sus protocolos

Existen varios tipos de terapias, pero sin duda las más populares (con diferencia notable) son el yoga, el mindfulness y la hipnosis, de las cuales la única empíricamente validada es la última, donde existe abundante documentación de meta-análisis al respecto (no confundir con otros tipos de hipnosis no validadas por el conocimiento científico, y oficialmente catalogadas como pseudociencia).

Preguntas frecuentes sobre la ansiedad

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Referencias

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