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El condicionamiento

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Un condicionamiento es una técnica de modificación de la conducta que se emplea en una gran cantidad de modelos de psicoterapia.

Los condicionamientos clásicos, por su antigüedad son de orientación conductista, empleados esencialmente tras la época freudiana, y de forma prácticamente única durante la época de la psicología conductista.

Muchos psicólogos prefirieron ignorar el modelo y se mantuvieron fieles a la doctrina freudiana, o a la psicología cognitiva únicamente. Este tipo de errores no fueron corregidos hasta la orientación terapéutica cognitivo conductual, que impuso ambos modelos como procedimiento, en función de su eficiencia corroborada.

Antes de comenzar a exponer la evolución del condicionamiento en las psicoterapias, es necesario comprender primero algunos conceptos básicos que resultan esenciales, especialmente para aquellos psicólogos con una formación moderada o ninguna en las técnicas de modificación de la conducta, que resultan básicas para establecer un andamiaje que permita el afrontamiento mediante un aprendizaje psico-terapéutico, mediante un aprendizaje vicario.

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El condicionamiento de basa en las siguientes premisas:

  • El estímulo incondicionado: Se entiende como un estímulo que genera una reacción biológica por sí mismo, (véanse los experimentos de Ivan Pavlov, con la salivación de perros como reactiva al estímulo incondicionado de la comida.
  • La respuesta incondicionada: ( o no condicionada). Se entiende como toda reacción a un estímulo que se produce de una forma natural o instintiva, esto es, no aprendida previamente.
  • El estímulo neutro: Se entiende como un estímulo que no produce ninguna reacción natural predecible de antemano, (véase los experimentos de Ivan Pavlov con el sonido de la campana únicamente en sus perros).
  • El estímulo condicionado: Se entiende como un estímulo, al que mediante un aprendizaje, se le asocia una reacción determinada, (véase los experimentos de Ivan Pavlov cuando asocia el sonido de la campana a la comida en sus perros).
  • La respuesta condicionada: Se entiende como la reacción predecible que se produce ante un aprendizaje mediante un determinado estímulo, (véase los experimentos de Ivan Pavlov, con la salivación reactiva de sus perros al sonido de la campana).

Condicionamiento clásico y operante

Como se puede apreciar el condicionamiento consiste en el aprendizaje de una respuesta condicionada, mediante una asociación entre un estímulo condicionado y un estímulo incondicionado. Si se utilizan conjuntamente, el estímulo condicionado que inicialmente era un estímulo neutro, se convierte de esta forma en un estímulo no condicionado. No obstante, existen algunas variables que deben tenerse en cuenta:

La generalización: Se entiende como la respuesta a otros estímulos similares. (Véase en los experimentos de Ivan Pavlov como cuando el perro ha aprendido a salivar al oir el sonido de la campana, también salivará con otros sonidos similares como un timbre o una caja de música).

La extinción: Se entiende cuando desaparece el estímulo condicionado. En ese caso, la respuesta condicionada también desaparecerá, esto es, se extinguirá, (véase en los experimentos de Ivan Pavlov como cuando deja de hacer sonar la campana al darles de comer a los perros, la salivación acaba desapareciendo ante ese sonido).

La discriminación: Se entiende como la capacidad de distinguir entre varios estímulos condicionados parecidos o similares que están asociados a respuestas condicionadas concretas (Véase en los experimentos de Ivan Pavlov, como los perros aprenden a distinguir entre sonidos similares, por ejemplo de campanas diferentes, y entender cual de ellos está relacionado con la comida).

Este proceso asociativo al que utilizó Ivan Pavlov inicialmente con perros, pronto se extenderá a la conducta de todos los mamíferos bajo el nombre de «condicionamiento clásico» y su uso comenzará a extenderse primero en la psicoterapia conductista y posteriormente en la psicoterapia conductista bajo el auspicio e ideario del psicólogo estadounidense Clark Leonard Hull.

Posiblemente el primer condicionamiento clásico utilizado fue el uso de un fondo musical relajante, con la precaución de utilizar siempre la misma melodía con cada persona naturalmente, consiguiendo que la melodía que en principio suponía un estímulo neutro, se convierta en un estímulo condicionado asociado a una focalización de la atención.

La única precaución que debe tomarse, es que la melodía sea en efecto un estímulo neutro, es decir, que no se encuentre asociada previamente por la persona a una experiencia vivencial, ya que en ese caso, el estímulo no sería neutro sino condicionado. Esto se resuelve generalmente utilizando melodías compuestas únicamente para este propósito (generalmente melodías de relajación) y no melodías comerciales ni clásicas.

El reflejo condicionado

La reacción de la persona a la melodía se denomina «reflejo condicionado«, y se activa con el propio inicio de la melodía, empleada tras algunas repeticiones suficientes como para arrancar la respuesta condicionada. Por increíble que pueda parecer, el reflejo condicionado se empleaba mucho antes de que Ivan Pavlov iniciara sus experimentos de condicionamiento clásico. Se posee evidencia de que ya en los antiguos templos egipcios del sueño, se empleaban melodías lentas con este propósito, aunque naturalmente desconocían el funcionamiento del procedimiento que empleaban.

Después de este paso, se introduce en algunas psicoterapias como la hipnosis un elemento de discriminación que focalice la atención únicamente en el reflejo condicionado (melodía) y la voz del psicólogo, precipitando de esta forma la estrechez atencional o atención selectiva, que permite a las personas escuchar cualquier tipo de ruidos, aunque estos sean potentes, sin que interfieran en el proceso psico-terapéutico.

El condicionamiento clásico de discriminación ha tenido siempre una gran popularidad entre los psicólogos, ya que les permitió siempre usarlo a modo de espectáculo, haciendo demostraciones públicas donde se generaban ruidos incluso molestos, sin que eso afectase a la sesión, cosa que los antiguos psicólogos utilizaban como un aval de sus habilidades.

Lo cierto es que el estímulo neutro de la melodía (que mediante el aprendizaje se convertirá en condicionado, unido al condicionamiento de discriminación, logra un estímulo condicionado que da lugar a una respuesta condicionada que entendemos como reflejo condicionado, y que permite una focalización de la atención más eficiente, y una estrechez atencional sostenida durante una sesión.

Tras Ivan Pavlov, el psicólogo americano Edward Thorndike, alumno de William James, introductor de la psicoterapia conductista en los Estados Unidos, quien trabajando desde su laboratorio de psicología de la Universidad de Columbia, mejoró los estudios de este, añadiéndole la variable de modificación de la conducta. 

Thorndike a diferencia de Pavlov, experimentó con todo tipo de animales, desde palomas, gatos y ratas en cajas que denominó cajas problema, de las que los animales debían aprender a escapar. Thorndike no tardaría en concluir que el aprendizaje jugaba un factor esencial en la conducta, cuyo proceso requiere nuevas conexiones en el cortex cerebral, modificando las ya existentes, e incluso eliminándolas cuando no tenían ningún uso. A esto se le conoce hoy día como plasticidad cerebral, y constituye la esencia de toda psicoterapia.

Thorndike marcó por tanto un punto de inflexión, donde comienza a reconocerse que el aprendizaje es la base sobre la cual se asienta cualquier modelo de psicoterapia, y que obviamente sin aprendizaje no existe terapia posible.

El conductismo y el aprendizaje conductual

Como es obvio, Thorndike recogió sus progresos en una serie de leyes, que marcarían la evolución de las psicoterapias a posteriori, y a la que llamó «leyes del aprendizaje» donde su esencia quedaría básicamente plasmada en 2 leyes que regirán todo modelo psicoterapéutico en el futuro. Esta leyes son:

  • La ley del efecto: donde se establece que una conexión cerebral (neuronal) se puede fortalecer o debilitar según el grado de satisfacción o de molestia que suponga a la persona. Esta ley fue esencial para las psicoterapias, puesto que en base a ella, se realizaron después las técnicas de modificación de conducta destinadas precisamente a eso, generar recompensa (de lo que se encarga la dopamina), o molestia (de lo que se encarga la histamina).
  • La ley del ejercicio: donde se establece que cuando una conexión cerebral se modifica y genera recompensa, esta conexión se hace más fuerte y modifica a su vez la conducta. Para modificar estas conexiones es necesario repetir la experiencia varias veces, para que se produzca el aprendizaje.

Tras Thorndike, llega John Broadus Watson reconocido históricamente como el fundador de la terapia conductista, quien empezó a investigar desde la Universidad de Chicago en la cual se doctoró. Watson también experimentó con animales, llegando a destacar sus trabajos con la rata blanca, pero pronto trasladó todas sus conocimientos al ser humano. Watson supuso que los seres humanos poseían algunas respuestas de conducta programadas desde que nacen, como el amor y la ira, y que el resto de las respuestas de su conducta las irá adquiriendo mediante el aprendizaje.

El experimento que haría pasar a Watson a la posteridad, y mediante el cual obtendría todo el reconocimiento, es el conocido como el experimento del «pequeño Albert» consistía en acercar la rata a un bebé llamado Albert, para que pudiera tocarla y jugar con ella. Albert no mostró miedo alguno por el pequeño animal, hasta que los ayudantes del experimento comenzaron a realizar ruidos estridentes cada vez que el pequeño Albert tocaba la rata, con la intención de asustarle, cosa que, como es natural, consiguieron rápidamente.

Pronto el bebé Albert aprendió a asociar el temible ruido a la rata, por lo que empezó a temerla, pero lo que es aún más importante, el niño comenzó a mostrar temor por la rata aún sin hacer ningún ruido, gracias al condicionamiento que se había generado, con lo que la teoría del condicionamiento clásico de Pavlov quedaba demostrada.

Pero Watson quiso ir aún más allá, revirtiendo la respuesta aprendida a ese condicionamiento, de forma que comenzó lentamente a mostrarle al bebé Albert de nuevo la rata, esta vez sin generar estridencia alguna, repitiéndolo una y otra vez, hasta que el niño aprendiera de nuevo, y consiguiendo finalmente que el niño no llorase al ver la rata, con lo que la teoría del condicionamiento de extinción, quedaba demostrada.

No todo el mundo estuvo de acuerdo en que el bebé Albert nunca volviera a llorar al ver la rata que antes había aprendido a temer. Algunos observadores como Harris 1979, Samelson 1980, y Brophy 1990, escribieron después que el miedo condicionado del bebé era mucho más permanente de lo que se reconocía, lo que por otra parte demostraba la eficiencia de la aversión como técnica de modificación de conducta.

Este experimento que fue filmado para la historia, se benefició de leyes que lo hicieron posible. Hoy los derechos de protección al menor, harían totalmente imposible repetirlos.

A sus resultados se les llamó condicionamiento operante, y venía a demostrar que el condicionamiento se basaba en el aprendizaje, y por tanto, podía ser dirigido en un sentido, o el contrario, como se desprende de la observación de la conducta, que defendía como único método empírico. Los hallazgos de Watson no son pequeños ni triviales, su trabajo demostró al conocimiento científico que no importaba lo patológico de una conducta aprendida, ya que siempre se puede revertir mediante el condicionamiento operante.

John Broadus Watson
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Esto impulsaría hasta el infinito la necesidad de desarrollar las técnicas de modificación de conducta que permitieran un control empírico sobre el moldeamiento de la conducta en humanos, cosa que se establecería de forma clínica en poco tiempo.

El experimento con el pequeño Albert.

El trabajo de Watson lo completaría Burrhus Frederic Skinner, quien ya partió de la premisa de las leyes del aprendizaje y el condicionamiento operante, para ir ampliando sus fronteras hasta límites entonces insospechados.

Un tanto obsesionado con la conducta predecible, y acusado frecuentemente de aislamiento en la psicología de laboratorio, desde la Universidad de Harvard donde ejercía como profesor, tras un periplo por varias universidades, contribuyó de forma notable al prestigio que esta universidad llegó a alcanzar.

Sus famosos experimentos de palomas encerradas en una caja, cuya respuesta se condicionaba hasta ser plenamente predecible, pasaron a la posteridad como la «caja de Skinner«. Estas cajas disponían de mecanismos que el animal podía manejar.

Un ejemplo de estos mecanismos eran las palancas, cuyo correcto manejo era recompensando mediante comida, hasta que el animal respondía al condicionamiento aprendido sin prácticamente ningún error.

Esto sucedía incluso si el aprendizaje suponía movimientos imposibles para el animal, como girar en sentido contrario a las agujas del reloj.

Skinner llevaría sus experimentos hasta el extremo, hasta el punto que se rumoreaba que había colocado a su propia hija en una de estas cajas, lo que no es cierto en absoluto, pero da una idea de lo estricto y exigente de su experimentación, por lo que a nadie extrañó que denominase a sus conclusiones como conductismo radical.

La aportación de Skinner marcaría un antes y un después en las psicoterapias. Gracias a él se puede concluir que cuando una respuesta es adecuadamente recompensada y suficientemente repetida como para garantizar el aprendizaje, resulta prácticamente predecible en su totalidad, y si la respuesta es castigada con igual repetición, desprenderá la conducta contraria, con lugar a pocas o ninguna variación. Skinner denominó a esto «contingencias» y son uno de los pilares básicos del aprendizaje comportamental.

Naturalmente ni Skinner, ni Watson, ni Pavlov, repitieron estos experimentos con seres humanos, de ahí lo radical de sus conceptos y teorías conductistas. En realidad nunca plantearon la variable cognitiva, es más, ni siquiera la consideraban, al no ser algo mesurable en el laboratorio, carecía de relevancia para ellos, lo que se excusa tratándose de animales.

Pronto pudieron constatar la evidencia de que los animales respondían siempre con respuestas predecibles al aprendizaje, y resultaban muy útiles para corroborar la teorías de la conducta, pero cuando se llevaba a la terapia con humanos, no siempre funcionaba. Esto enfurecía a los conductistas, pero especialmente a Skinner, quien entraba en cólera ante una respuesta no predicha del comportamiento.

Las primeras psicoterapias con condicionamiento

No obstante, la terapia estaba en la calle. El conductismo era el último modelo de terapia, lo más avanzado que el conocimiento científico podía ofrecer y frecuentemente se valía de sus muchos avances en la psicología de laboratorio, y sus leyes que se derivan de ello. Ser conductista a principios del siglo XX era lo más moderno imaginable, y gozaba de todo el prestigio académico.

La psicoterapia conductista había entrado en escena y las viejas técnicas freudianas habían muerto, o al menos así pensaba la mayoría de profesionales de la salud reputados de la época, pero se equivocaban, las cosas no son tan sencillas en la psicología.

Y así fue en efecto. Las cosas no fueron ni tan sencillas ni tan drásticas. La psicoterapia daba márgenes de fracaso clínico estremecedores, que en algunos trastornos específicos superaban el 50%, y en otros ni siquiera llegaba al valor estadístico mínimo del 25%, algo que para un conductista, por definición basado en la medida estricta y que no podía contemplar siquiera opción alguna que no fuera mesurable, era por momentos frustrante.

No obstante, cualquier valor de éxito clínico por encima del 50% en trastornos sencillos, eran desconocidos hasta la época, y jamás logrados por las terapias freudianas que nunca aspiraron a sobrepasar el 30%, aunque que nunca desapareció del todo, pero sí abandonada por los eruditos de la psicología y la mayoría de universidades, pero persistente en algunos lugares de Latinoamérica, especialmente en Argentina.

Sin embargo, algo no funcionaba. La psicología actuaba clínicamente a la perfección y con errores mínimos, cuando del control biológico se trataba, como el dolor, pero cuando se hablaba de trastornos de la conducta, sólo se mostraban aquellos datos que resultaban favorecedores y se ocultaban todos los demás.

Esto no cabía en la cabeza de ningún psicólogo conductista que se precie, por lo que se generaron tiempos revueltos, donde las revoluciones y los cambios eran bastante previsibles.

Esta situación encumbró dos tipos de perfil en la época, los conservadores que trataban de aportar la explicación clínica a estos sucesos, y los cognoscitivistas que renegaban del modelo conductista en su totalidad.

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Preguntas frecuentes sobre el condicionamiento

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Referencias

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